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miércoles, 5 de mayo de 2010

sobre el aborto...


El aborto es uno de los temas más divisivos y polémicos de nuestro tiempo. La gente suele tomar posiciones firmes acerca del aborto. No es una cuestión social de simples preferencias, sino un asunto de vida y muerte.

¿Por qué es un tema tan volátil el aborto?
El aborto pone en evidencia el conflicto entre dos cosmovisiones divergentes. El punto de vista humanista dice: "El hombre es la norma más alta existente. No tenemos que responder ante nadie, así que, hagamos lo que nos parezca bien". El punto de vista cristiano dice: "Respondemos ante Dios, y Él nos ha ordenado no matar. Siempre debemos someter nuestros deseos y nuestras preferencias a la autoridad de su Palabra".

Yo creo que la verdadera razón por la que vemos que el compromiso con la disponibilidad del aborto sea tan emocional y tenaz, yace, en realidad, más al fondo que el tema del mismo aborto – lo que se busca es una libertad sexual que no tenga que contar con consecuencias desagradables.

Nuestra cultura tiene programado de forma definida un apoyo a todo lo que sea expresión sexual. Cuesta encontrar una película nueva, un programa de televisión exitoso o una canción popular que no respalde esta visión del sexo.

Como sociedad, somos sorprendentemente esquizofrénicos acerca de este tipo de cosas.
Los adolescentes son cada vez más francos acerca del hecho que están teniendo relaciones sexuales, y esto refleja las costumbres sexuales que observan en las películas, la televisión y la música. Toda la sociedad se está relajando al punto que las personas que han escogido mantenerse castas son ridiculizadas abiertamente.

La civilización occidental ha estado recorriendo este camino por mucho tiempo. Con la aparición del humanismo en la época del Renacimiento, las sociedades comenzaron a alejarse de las leyes y de los caminos de Dios. La época de la Ilustración trajo la adoración virtual de la naturaleza. Una vez que la naturaleza - y no el Dios de la Biblia - se convirtió en la norma para la moralidad, la gente comenzó a creer que, dado que los humanos eran simplemente un producto de la naturaleza, todo lo que hicieran sería normal, y aun bueno. El sexo es natural, es poderoso, así que, la consecuencia lógica fue que la expresión sexual fuera considerada como una parte natural y normal de toda la existencia humana, es decir, en cualquier circunstancia (sin estar limitada por vínculos matrimoniales) y prácticamente en el nivel de comer y dormir.

No es ninguna coincidencia que los dos temas más candentes de nuestro día sean el aborto y la homosexualidad, ya que en ambos subyace una insistencia en la libertad sexual mientras que a Dios y a sus leyes se da la espalda.

Teniendo en cuenta el ambiente sexualmente cargado en el cual vivimos, no es sorprendente que tantas personas estén teniendo relaciones sexuales fuera del matrimonio, y embarazándose. Por lo que el aborto es considerado como una goma de borrar – la gente trata de librarse de las consecuencias de su actividad sexual. El hecho es que hay embarazos como consecuencia del incesto y la violación. Algunas mujeres quedan embarazadas por el pecado de otra persona. Pero, ¿acaso esto hace que sea correcto matar al bebé que ha sido concebido?

Históricamente, la principal razón de perpetrar el aborto ha sido la de ocultar la evidencia de una actividad sexual. Uno de los padres de la iglesia primitiva, Clemente de Alejandría, sostenía que "quienes usan remedios abortivos para ocultar su fornicación provocan no sólo el asesinato indiscutible del feto, sino de toda la raza humana también".

A los defensores de la posición "pro-choice" (la que aboga por la libertad de elección) no les gusta el uso de la palabra "homicidio". Sostienen que nadie sabe realmente cuando comienza la vida humana, y prefieren creer que la idea, de que lo que se concibe en la concepción sea una “persona”, es dogma religioso y, por lo tanto, no válida. Es ciertamente una vida humana la que se forma en la concepción. El cigoto, no siendo más todavía que una sola célula, ya contiene 46 cromosomas, aportados por partes iguales por cada padre, en una configuración única que nunca existió antes ni jamás existirá después. No es una vida vegetal ni una vida animal, ni es tampoco un simple tejido, como un tumor. Desde el momento de la concepción, la nueva vida es genéticamente diferente de su madre, y no es parte de su cuerpo, como sus amígdalas o su apéndice. Este nuevo ser humano es un individuo aparte que vive dentro de la madre.

La Biblia no aborda específicamente el tema del aborto, tal vez porque está cubierto por el mandamiento: "No matarás" (Ex. 20:13). Pero, sí, da una perspectiva de cómo ve Dios a los bebés no nacidos. En el Antiguo Testamento, la palabra hebrea para los no nacidos (yeled) es la misma palabra usada para niños pequeños. El idioma hebreo no tenía, ni necesitaba, una palabra aparte para los bebés antes de nacer. Todos los niños eran niños, independientemente de si vivían adentro o afuera del vientre. En el Nuevo Testamento, se usa la misma palabra para describir a Juan el Bautista, cuando aún no había nacido, y al bebé que ya había nacido, como el mismo Jesús. En la Biblia el proceso del parto no cambia para nada el valor o el estado del bebé.

“Porque tú formaste mis entrañas; tú me hiciste en el vientre de mi madre. Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; estoy maravillado, y mi alma lo sabe muy bien. No fue encubierto de ti mi cuerpo, bien que en oculto fui formado, y entretejido en lo más profundo de la tierra. Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas.”

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